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Channel: Las Horas Perdidas » Ilusión
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¿Low cost sí o low cost no?

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Anteayer se celebraron los primeros Premios Feroz en los que una de las películas ganadoras fue Stockholm, una película rodada con 65.000€ obtenidos mediante ayudas de familiares y amigos más una recaudación de 13.000€ vía crowdfunding. Capitalizando el sueldo de todos sus trabajadores, tiene un coste estimado de unos 250.000€. Una peli low cost, y con todo, de las de presupuesto más elevado. En esa misma gala tuvieron también su hueco Ilusión (Premio Especial a la película que merecía mejor trayectoria comercial), autoproducida por su director, guionista y protagonista, Daniel Castro, con unos 20.000€ en dos años y Gente en Sitios (premio al mejor tráiler), que costó poco más de 1.500€. Más allá de la celebración de estos Globos de Oro españoles, quedó patente que el cine low cost ha acaparado cierta presencia que viene palpándose en festivales y prensa cinematográfica desde hace tiempo.

Hoy me he encontrado con una noticia en Diario Progresista en la que Emilio Gutiérrez Caba, presentando una nueva obra de teatro, se lamenta de la situación actual del país, profundamente empobrecido, y también del sector audiovisual. El titular destaca la declaración quizás más polémica: “El sector audiovisual está paralizado totalmente porque se hacen películas low cost”. Una declaración que no se matiza ni se repite en el desarrollo de la noticia, por lo que puede no ser tan agorera como el titular sugiere, pero que seguramente no deje de ser reflejo del sentir de algunas personas del mundo del cine que desde hace un tiempo ven este cine de bajo presupuesto como un problema serio, una amenaza.

Yo parto de un punto de vista bastante distinto porque he participado en varias pelis de este tipo, y por tanto tampoco puedo ser imparcial, pero creo que está bien hacerse preguntas sobre el tema cuando hay quienes empiezan a ver en este tipo de cine otro frente que va minando a la industria.

Entiendo por un lado este tipo de críticas porque el cine de bajo presupuesto, donde la gente, por lo general, no cobra un duro, se ve como una forma de devaluar el trabajo que supone hacer una película. Se genera un claro temor: ¿Por qué iba a mantenerse el salario de un actor, de un eléctrico o de una directora de fotografía cuando hay gente que lo hace gratis? Se ve de algún modo como un mal similar al que ha causado la piratería. Cuando todo el mundo puede bajarse películas gratis, el cine como contenido se devalúa, la gente empieza a pensar que es algo que llueve del cielo y que no vale lo que se pide por él en una sala o una tienda. Si unimos esa mentalidad a una situación de crisis como la actual y a una desprotección institucional galopante, nos encontramos con el deplorable panorama de hoy día.

low cost

Pero también es cierto que comparar el cine de bajo presupuesto con la piratería, tanto en motivos como en consecuencias, no es correcto aunque a veces pueda parecer similar. Creo que no es correcto porque el motivo por el que se hace cine de bajo presupuesto (o sin presupuesto) no es porque haya gente queriendo lucrarse a costa del trabajo ajeno. Es verdad que quienes más puede lucir ese trabajo, si es bueno y tiene difusión, serán su director y sus actores, pero eso sucede igual en el cine convencional. Tampoco, en teoría, el director saca un beneficio económico a costa de los demás. No es un timador que te promete dinero y fama, es un tipo que pide favores, algo que nunca es agradable, alguien que valora mucho el esfuerzo de quienes deciden aceptar trabajar en su proyecto, porque él es el primero en invertir su tiempo, su trabajo e incluso su dinero a cambio de poder hacer su peli. Su mejor forma de corresponder a la gente es ser amable siempre, agradecido y capaz de tirar con la película hasta las últimas consecuencias (acabarla y moverla donde sea necesario). Si las cosas se hacen de la forma adecuada, lo normal es que en caso de que haya un lucro, cosa que sería un milagro, éste se comparta entre todos en función del puesto ocupado y el tiempo invertido en realizar ese trabajo.

Las consecuencias tampoco creo que sean las mismas que las de la piratería, porque la piratería supone apropiarse de un trabajo ajeno, sin consentimiento, y distribuirlo a cambio de un beneficio directo o indirecto para ese aprovechado. Es decir, se merma la capacidad de rentabilizar una película que nace con una vocación comercial, desde dentro de la industria, para que se lucre de ello alguien que no ha hecho nada porque esa película sea posible. El cine de bajo presupuesto no combate el cine comercial ni se apropia del mismo, quienes participan en él lo hacen de forma voluntaria, por “amor al arte”, que no da de comer, cierto, pero sin engaños o beneficios para unos pocos a costa de el trabajo de muchos.

Además conviene recordar que el cine de bajo presupuesto, aunque ahora se le llame low cost, ha existido toda la vida. Que ahora tenga más bombo creo que responde a que hay gente que no está encontrando otra forma mejor de empezar o de seguir haciendo lo que le gusta. No es la causa de que la industria esté paralizada, es la consecuencia de que esté paralizada. Es un analgésico para una gripe monumental, pero todos los que lo hacen preferirían estar sanos. No conozco a nadie que haya hecho películas de este tipo que no prefiriese hacerlas con una producción decente detrás. El problema es que hay menos ayudas, las teles producen pocos proyectos y más grandes y el cine es cada vez un negocio menos rentable por muchos otros motivos. Tampoco me parece correcto que a veces haya quien quiera otorgar la exclusividad de lo creativo a quienes lo hacen sólo a cambio de un sueldo, aunque sea algo a lo que todo profesional debe aspirar.

La amenaza, que creo que no existe, se percibe mayor porque estos últimos años ha habido un boom de este tipo de cine y en ocasiones se sobredimensiona su impacto. Por un lado por moda, que como todas, será pasajera y quedará aquello que merezca la pena. Por otro lado, porque de estos trabajos low cost han salido algunas joyitas y propuestas interesantes que han podido encontrar un pequeño nicho de exhibición en Internet y ganarse por méritos propios su hueco en festivales. Películas de las que se ha hablado mucho porque han demostrado su valía, pero que desde luego no han contado con las oportunidades de películas mucho más convencionales. Este cine ni es una amenaza ni es el futuro, es a mi entender una válvula de escape a un talento que no encuentra hueco en una industria que está medio desmantelada.

Lo que sí creo que es nocivo es el mensaje de “la gran esperanza blanca” que se quiere transmitir en algunos casos con el low cost, que se quiera dar a entender que el futuro es esto o que la libertad artística total sólo es posible con este cine, el cine de mendigar favores. Que parezca que el crowdfunding es el no va más de la financiación. Pero eso no lo dicen quienes lo hacen, eso quizás lo digan otros por desconocimiento, influidos por esa moda que mencionaba antes, o por validar el viejo discurso de que las subvenciones al cine y a la cultura no son necesarias. En este sentido se explaya Luis Martínez en El Mundo, que bajo el peligroso titular de El Low Cost mata, matiza más y mejor, aunque no comparta todo, la falsa idea de modernismo que se está queriendo dar a veces a un cine que nace en situación de desnutrición. Ni es más moderno, ni es más libre, ni tampoco es un género en sí mismo (igual que no lo es el cine español). La libertad que se gana en no tener un productor al que dar cuentas se ve mermada por la falta de medios, tiempo y dinero. Simplemente es distinto, juega en otra liga.

Pero volviendo a lo meramente laboral hay que entender que en el fondo el cine de bajo presupuesto es un cine hecho en cooperativa. Como en éstas, lo justo es compartir riesgos y beneficios. Entendido así, nunca dejará de ser profesional, porque en vez de ser todos asalariados de una productora, serán coproductores capitalizando su trabajo y su experiencia. No es lo óptimo, ni mucho menos, pero sí supone una puesta en valor de su trabajo y una forma de que todos sepan que viajan en un mismo barco (aunque ese barco sea una patera).

Hay que seguir luchando por levantar la industria, por recuperar el terreno perdido, porque la ley proteja el trabajo de muchos profesionales y la propiedad industrial e intelectual del cine y otras manifestaciones artísticas. También hay que saber que el cine bien hecho cuesta dinero y que da trabajo a mucha gente, pero que como cultura que es, tiene un valor que va incluso más allá y que por eso merece una protección especial. Pero que eso no impida a quien quiera hacer cine de guerrilla seguir haciéndolo. Siempre que sea un acto voluntario y cooperativo, nunca supondrá una amenaza para nadie, en todo caso la forma de que, de vez en cuando, aflore algún nuevo talento que incorporar a la industria.


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